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Carta a Roger Ríos Duarte

                                              





Las ciudades y la memoria. 4

“Más allá de seis ríos y tres cadenas de montañas surge Zora, la ciudad que quien la ha visto una vez no puede olvidarla más. Pero no porque deje, como otras ciudades memorables, una imagen fuera de lo común en el recuerdo. Zora tiene la propiedad de permanecer en la memoria punto por punto, en la sucesión de sus calles, y de las casas a lo largo de las calles, y de las puertas y ventanas de las casas, aunque no haya en ellas hermosuras o rarezas particulares. Su secreto es la forma en la que la vista se desliza por figuras que se suceden como en una partitura musical donde no se puede cambiar o desplazar ni una nota. El hombre que sabe de memoria cómo es Zora, en la noche, cuando no puede dormir, imagina que camina por sus calles y recuerda el orden en que se suceden el reloj de cobre, el toldo a rayas del peluquero, la fuente de los nueve caños, la torre cristal del astrónomo, el puesto del vendedor de sandías, la estatua del ermitaño y el león, el baño turco, el café de la esquina, el atajo que lleva al puerto. Esta ciudad que no se borra de la mente es como un armazón o una retícula en cuyas casillas cada uno puede disponer de las cosas que quiere recordar: nombres de varones ilustres, virtudes, números, clasificaciones vegetales y minerales, fechas de batallas, constelaciones, partes del discurso. Entre cada noción y cada punto del itinerario podrá establecer un nexo de afinidad o de contraste que sirva de llamada instantánea a la memoria. De  modo que los hombres más sabios del mundo son aquellos que conocen Zora de memoria. Pero inútilmente emprendí viaje para visitar la ciudad: obligada a permanecer inmóvil e igual a sí misma para ser recordada mejor, Zora languideció, se deshizo y desapareció. La Tierra la ha olvidado.”
Ítalo Calvino. Las ciudades invisibles

         Me decido a escribirle hoy para tratar de iniciar un diálogo sobre ciertas dimensiones en las que entiendo Usted tiene una absoluta devoción y transparencia: las ciudades y sus puertos. Entiendo también que promueve con fe, pasión y trabajo insomnes varios escenarios para que los procesos de transformación urbana, económica y social cristalicen en Puerto Limón, así como en otras ciudades costeras y portuarias de Costa Rica y, de esta manera, tratar de construir, si me permite el símil con Ítalo Calvino, “las ciudades invisibles, empero, a diferencia de las ciudades que Marco Polo le describía al Gran Kublai Kan, todas ellas existían en alguna parte del Imperio y eran invisibles para el Emperador quien por lo vasto del reino, aunado a sus responsabilidades de Estado, permanecía en palacio y se veía impedido de conocerlas personalmente. Usted, como el Marco Polo de Calvino, también habla de las ciudades invisibles pero desde la esfera de un mágico e inverso recorrido: el de forjarlas en la realidad partiendo de los sueños y, en este punto, tan literario como verdadero es donde coincido con Usted, y desde donde pretendo comenzar si no un fructífero diálogo, por lo menos uno pausado y amistoso.

         En dos de sus entrevistas reseñadas en la página del PROCIP, las cuales escuché con atención, lápiz y hoja en mano, Usted señala como uno de los ejes de investigación las ciudades portuarias, y esto para una persona como yo, significa ante todo y, básicamente, abordar aspectos de ésas intervenciones urbanas desde la especificidad y complejidad de una temática muy sui generis; José María, mi esposo, lo ve con ojos de capitán y ve otras dinámicas que antes me resultaban muy ajenas, digamos que hemos hecho del reino de los mares (él) y del reino de la tierra (yo), el matrimonio que nos lleva a enriquecer nuestras percepciones desde dos disciplinas que se tutean en momentos muy específicos, como lo representa la posibilidad de intervenir en el diseño, gestión y planificación urbana de una ciudad portuaria.  

Dice Calvino, en el cuento que seleccioné pensando en Usted, que en Zora, los hombres que la conocen de memoria son unos sabios, y que cuando no pueden dormir, se consuelan imaginando que recorren tramo a tramo sus calles, el toldo a rayas del peluquero, la cafetería de la esquina, el atajo que les lleva al puerto… pero que, a fuerza de blindarse a seguir siendo ella misma para que no se pierda en la memoria de sus sabios, termina desaparecida y olvidada por todos los hombres de la tierra. Creo que Puerto Limón se libraría del mismo destino de Zora, o de otro más cruel, en tanto y en cuanto “El Emperador” concrete y ejecute en plazos perentorios su pertinente planificación urbana estratégica, y más allá, en mi opinión, que nazca de un profundo proceso deliberativo en el seno de sus fuerzas vivas, sus sujetos sociales, actores institucionales, entre otros, y si me apura, le diría aún más… le diría que todo este proceso debería llevarse en clave de género; es decir, apoyarnos en la perspectiva de género para entender que los ancianos y ancianas, los niños y las niñas, mujeres y hombres, las personas con algún grado de discapacidad también forman parte del gran mosaico de la ciudad y se apropian de ella de una manera diferente, tenemos percepciones y modos de desplazarnos diferentes por el dédalo de sus calles y también modos diferenciados de apropiarnos de los espacios públicos. De todos modos, no crea que me refiero a una misma intensidad en cuanto a la participación de todos y todas a lo largo de todo el trayecto del Plan de Ordenación Urbanística de Limón; me refiero al consenso en y de los objetivos estratégicos del plan entre estos diferentes sujetos. Y de esto haré de seguido una mención aparte.

         Más que como arquitecta, como ciudadana involucrada desde hace muchos años en los procesos de autoproducción social de hábitats populares, me he forjado una ética en sucesivas experiencias colectivas de trabajo en relación a lo urbano y, muy especialmente, una ética relacionada con la construcción colectiva de alternativas que incidan directa e indirectamente en los espacios de toma de decisiones. ¡Más poder para el que más participa!; entonces, la representación del “Emperador” que está en mi cabeza no es la del melancólico Kublai Kan que necesita apoyarse en Marco Polo como su lazarillo porque no sale de palacio y no ve a sus ciudades. No. La representación del “Emperador” que aparece en mi vida cada vez que gira la noria de éstas oportunidades de intervención urbana es la de una figura ventilada y flexible, o, si prefiere verlo de otra manera, como un espacio de poder compartido; esto es, aprovechar las oportunidades que brinda la elaboración de un Plan de Desarrollo Urbano para elevar las cotas de democracia y empoderamiento social, es decir, contar desde el principio con una metodología de investigación y acción participativa que sirva de marco para la expresión y construcción plural, en donde los sectores populares no sean el telón de fondo de la acción pública, o meros consultados, sino los sujetos activos en la construcción de su propia historia. A la luz de esa ética particular de la que le hablo, el Marco Polo y el Kublai Kan que pueblan mi imaginación en una versión inversa de éste cuento de Calvino son ambos las dos caras de una misma moneda: Una, que busca, reinterpreta y produce el conocimiento pertinente; y la otra, que con ese conocimiento dispone de los medios para mandar a construir sus puentes, sus canales de riego, proteger la cosecha del imperio… ¿pero quién me dice a mí que los medios sólo deben valorarse como recursos económicos, profesionales o la voluntad político-institucional unilateral? Estas son cuestiones de profundo calado, y sí, quisiera escuchar su opinión sobre estas cosas porque estimado Roger, este tipo de oportunidades pueden levantar tantas expectativas como escamas tiene un pez y las expectativas son muy diferentes dependiendo del actor de donde vengan, y necesitan estrategias y mucha muñeca política para amarrar consensos, desarticular conflictos, minimizarlos, o situarlos en el escenario de la compensación. Continúo.

         Como le decía, la moneda acuñada en éste proceso sería el Plan de Ordenación Urbanística de Limón, con dos caras: una, la del conocimiento y la otra, la del poder. Para serle aún más sincera, la del conocimiento me estimula mucho pero preocupa menos que la del poder, y no por ser menos importante; me preocupa menos porque visto los lazos institucionales del PROCIP, cuentan con la más envidiable red de especialistas que pudieran dar apoyo en esa cara de la moneda, pero ¿qué pasa con la cara caleidoscópica del poder?

         Seguiré diciéndole, bajo el más amistoso de mis propósitos, que el Plan de Ordenación General Urbana de Limón debe ser más que un robusto soporte técnico (que sí), debe constituirse desde sus inicios en una fuente de mediación y legitimación simbólica entre los intereses de los ciudadanos de Limón frente al Estado, frente a los partidos, frente a los medios de comunicación; debe ser un instrumento capaz de sistematizar las legítimas expectativas de una mejor calidad de vida de los y las limonenses, a partir de unas referencias antropológicas propias, fortalecer lo que hoy son sus debilidades, trocar la estigmatización social que vive la zona de Limón y convertirla en el Pelourinho de Bahía, la Roma negra de Brasil como gusta en verse a ellos mismos, aprovechar algo que es muy propio de los entornos populares urbanos, un valor que no puede tasarse como precio en monedas, pero que está como patrimonio intangible y forma parte de la cultura: es la historia de la ciudad desde la diversidad, así para mí Limón es La Roma negra de Costa Rica. Usted que es sociólogo y hombre de mundo tendrá una sensibilidad especial sobre esto que es un comentario, yo me acerco a esta conclusión desde una fugaz estancia de apenas diez días allí, y desde la literatura a la que aprovecho en volver de nuevo, en materia de éste cuento que me ha hecho pensar tanto y tanto como todos los de Las ciudades invisibles.

Calvino dice que Zora atrapa a las personas y no porque haya en ella elementos espectaculares y muy fuera de lo común, tanto así, que sus elementos singulares no son de una extrema rareza, pero la alternancia y la diversidad de cosas que se suceden en su trama urbana, a modo de una partitura musical, hacen que quien las recuerde se sienta cómodo en ella, y que esta práctica termina volviéndose como un armazón. Yo tuve la oportunidad de salir a tiempo y no acostumbrarme a ver Puerto Limón. No lo digo con mala fe, lo digo, porque mi experiencia me indica que la mejor manera de ver y contrastar una ciudad y sus dinámicas es en la primera toma de contacto con ella, y esta vez que fui, la verdad no fui en calidad de turista, aunque José María haya procurado unos tibios esfuerzos en ello. Muchas veces somos las personas que no pertenecemos al lugar las que nos damos cuenta de sus bondades o potencialidades, nos damos cuenta de aquellas cosas que terminan dormidas o invisibilizadas como una novia detrás del velo. Los y las limoneses tendrán una mejor o peor relación con su ciudad, puede que hasta ya muchos ni se la imaginen a fuerza de verla todos y todos los días, como a una vieja esposa, pero de seguro en varios puntos de su itinerario brotaría una prístina clave que sirva de llamada fugaz a la memoria, para retornar a lo que les es amigable, conocido ¿y por qué no, hasta memorable? Son esas claves identitarias temas de diseño urbano, de la antropología y de la sociología porque de lo que entiendo hablamos es de reciclar esas claves en tanto que poética del espacio, proyectándolas a futuro en esa cara y única moneda que tendrán a bien acuñar los y las costarricenses si tejen las oportunidades para ello. Algunas de esas claves están a flor de piel, rozando hasta en un nostálgico retorno a un paraíso que imaginan sus pintores en escenas costumbristas, se evoca lo que no se es, y cuando lo que se persigue con ansias es un recuerdo, es porque la realidad ha cambiado. No digo que para mal, pero evidentemente debe existir una negación cuando el recuerdo es iterativo, es un núcleo de la identidad que aflora desde la resistencia a ser ignorado. Fíjese ¿cómo no voy a conversar estas cosas con Usted?, José María me envió para mi estudio un análisis titulado “Paisaje Urbano e Identidad, una alternativa para Limón Centro” del instituto de arquitectura tropical (entiendo costarricense), el cual leo, y acto seguido, me espanto. Aparte de las citas indigestas del texto, tomadas del infumable Aldo Rossi, se dicen cosas que no ponen en valor ni siquiera la propia arquitectura doméstica de la zona, se dice: que construyeron con madera porque se les consideró población de paso y que por esa razón ni las pintaban, que no se les consideró costarricenses hasta hace pocas décadas, y que por ese motivo, construyeron sus casas sobre pilotes, como hacían los jamaiquinos, ¿? Yo leo esto y me horrorizo. Me horrorizo porque yo pienso de una manera totalmente diferente a lo que se trata de exponer en ese texto farragoso: Creo, de primero, que las construcciones con madera tienen la bondad de emplear un material que abunda en la zona, así como los saharauis construyen sus casas con barro en el desierto, los esquimales con hielo sus iglú, o los añú venezolanos sobre el río Limón, en la ribera de la laguna de Sinamaica construyen sus palafitos con madera de mangle los pilotes y con eneas las paredes y techumbre, es decir, se pone en valor el aprovechamiento de materiales autóctonos de la zona, lo que despunta ya hacia los temas de sostenibilidad; que no pintaban sus casas porque se sentían de paso, y si estaban de paso ¿ya para qué pintarlas, no? (es lo que subyace en el texto), desconozco si en los tiempos en los que comenzaron a construirse esas casas de madera ya existían las pinturas cauchocloradas, pero en todo caso, habría que conocer cuáles eran las posibilidades que tenían limonenses de esa época para acceder a las pinturas que impermeabilizaran debidamente sus lamas de madera, si tenían las posibilidades económicas para poder llevar a cabo el meticuloso y periódico mantenimiento que exige ese tipo de construcciones, y ya por último, el construir las casas sobre pilotes como los jamaiquinos, lo que a mí me indica es un conocimiento elemental del empleo de la madera, porque la manera correcta de evitar que las paredes de la casa se pudran, es elevarlas del suelo que además de prevenir su pronto deterioro, ganan en frescor que le viene muy bien a esa zona tropical, húmeda y altamente lluviosa. Por eso entiendo el que exista una iteración en el recuerdo desde sus artistas plásticos, y porque con colegas como ese no avanza un proceso cuando las manifestaciones culturales de un pueblo, puestas de manifiesto en su arquitectura doméstica, se abordan desde los prejuicios con una extraña intención de que calcen en la teoría sobre las ciudades de un italiano, que por cierto tiene mucho mérito, porque desató hace varias décadas el interés particular por que los proyectistas asumieran cada ciudad como una expresión única e irrepetible, poniendo en valor lo que las identifica y las diferencia de otras ciudades y no se dejaran arrollar por la caída y mesa limpia que impulsó el movimiento moderno en la arquitectura, cosa que se intenta en el texto pero con una óptica atrofiada.

Sin querer abusar de la cortesía de su tiempo en el que se digna a leer estas breves líneas, por último, desearía conocer también su opinión sobre los temas específicos de intervención urbana en las ciudades portuarias, no sé si tenga la amabilidad de enviarme algún artículo suyo, o relatorías de los coloquios y seminarios que han impulsado a tenor de estos temas en Puerto Limón. Lo comento porque he tenido la suerte de nacer en una ciudad lacustre, en Maracaibo, he trabajado y vivido en ciudades que tienen lagos, o mar, o ríos; mi tesis de grado fue sobre un mercado pesquero; he trabajado en barrios populares urbanos muy relacionados con el mar y la pesca; he cultivado amigos pescadores en el Norte de Venezuela y el Norte de Marruecos y me sería bastante difícil vivir en un sitio en donde me fuera vetado el paisaje de estas importantes masas de agua. Los que nacemos cerca de éstos bordes, los buscamos siempre porque resultan una impronta muy determinante en nuestra vida, y quizá, a lo mejor, mi esposo, Limón y Usted… continúen siendo la bitácora que a mi vida lleva seguir buscando ciudades de agua. Ya eché mi balza con flores y deseos a Iemanjá, espero su oportuna bendición para coronar con otra moneda y poder escribir con Usted el cuento de “La Roma Negra de Costa Rica” como ópera prima de éstas, Las nuevas ciudades invisibles.

Reciba un abrazo y la más alta de mis consideraciones



Elsy



En Cádiz, a 22 de octubre de 2012

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